"Mindset para diseñar la vida que mereces"

La Muerte de un Hijo...Seguir viviendo eligiendo ser feliz



Todos sabemos que la muerte es segura –a fin de cuentas nadie puede evitarla-, lo que olvidamos con frecuencia es que la muerte llega en cualquier momento. Sin embargo, la muerte de un hijo representa el dolor más desgarrador que puede sufrir un ser humano con el que se aprende a convivir. El dolor de esta pérdida no desaparece, aunque sí se puede transformar e integrar con el tiempo, sin olvidar que no hay recetas, pautas, ni tiempos, porque cada caso es único y lleva su propio proceso y ritmo.

Cuando muere un padre o madre se nos llama huérfanos, cuando muere tu esposo (a) o pareja te llamas viudo (a), pero cuándo muere un hijo no hay aún como nombrarlo.


La pérdida de un hijo, es un dolor que te acompaña el resto de tu vida, pero el sufrimiento es opcional. Los padres viven un duelo o proceso de adaptación que ayuda a restablecer el equilibrio personal y familiar roto por el fallecimiento y que se caracteriza por tres fases: tristeza, pérdida e integración. En caso de que el niño o adolescente esté enfermo y haya previsión de muerte, el duelo de los padres comienza desde el momento en que se conoce esta circunstancia. Cuando el niño muere de manera repentina e inesperada, se produce un shock que sume en el caos y la depresión a los familiares. En ambos casos, “el acompañamiento espiritual”, (lo que te sostiene espiritualmente), por parte de una persona con formación y experiencia sobre las emociones, conflictos familiares y proceso del duelo que se generan en torno a la muerte de un hijo resulta de gran ayuda en esos momentos tan difíciles.

No existe una comparativa que indique que la edad en que muere tu hijo este relacionada con la intensidad de tu dolor, quizá solo otra madre o padre que comparta esta experiencia entienda el grado de esa pérdida,  por lo que se invita a los seres queridos y amigos alrededor de ellos, generen la oportunidad de practicar y desarrollar una gran empatía y amor compasivo ante su dolor. 

El duelo prenatal

También encontramos variadas y muy personales reacciones ante la pérdida prenatal, algunas pasan por un duelo muy doloroso después de un aborto natural, mientras que otras pueden parecer más serenas, -aparentemente- después de una muerte fetal ‘in utero’ a los 7 u 8 meses. Sin embargo, esta última reacción a veces puede ser resultado de una negación para protegerse de un sufrimiento insoportable.

Las madres pueden experimentar culpabilidad por no haber logrado llevar un embarazo a buen término, y angustia, por la idea de revivir ese momento una vez más, o incluso un sufrimiento ligado al vacío dejado por el feto y a la pérdida de quien potencialmente habría podido ser el niño y las expectativas que se forman de haber vivido. Emociones como la ‘ira’, la ‘envidia’ o la ‘agresividad’ suelen presentarse durante el duelo.

Reacciones personales y legítimas delatan el caos interior ligado a la muerte de un hijo ‘no nato’. Es conveniente iniciar un proceso de duelo al encuentro de su hijo y de sí misma, para abrir un camino que posibilite el consuelo, la curación y la esperanza.

Métodos que ayudan a decir adiós

Los avances en el ámbito de la psicología han enseñado a los equipos de maternidad que la primera etapa del duelo es el encuentro con el cuerpo del hijo.

Poner nombre al hijo le confiere una identidad propia, le da un lugar en la historia familiar y evita el riesgo del síndrome del ‘hijo de reemplazo’ si después nace un hijo posterior al fallecido.

Realizar un rito funerario, escribir una carta, memorial en su honor, agradecimiento especial, elegir el que confiera un significado que aporte más tranquilidad y paz a tu vida.

Se recomienda seguir un proceso que en algunos países el personal sanitario esta cada vez más capacitado, brindan apoyo en aspectos emocionales de los padres frente a este tipo de pérdida, ayudan a decir adiós a ese hijo que se ha marchado demasiado pronto y que, por tanto, facilitan el duelo:

Tomarlo en brazos al nacer, vestirle, hacerle fotos, conservar recuerdos (huellas dactilares en una tarjeta, un mechón de cabello, etc.); desafortunadamente no todos tienen conciencia de esto, es el momento de comprender que aunque no escojamos las adversidades que debemos vivir, sí podemos escoger cómo vivirlas.

Cada padre y madre vivirá el duelo por la muerte de su hijo de una manera única y diferente, a continuación solo algunas orientaciones para acompañar tu experiencia

Aceptar que el duelo aparecerá, lleva su proceso y tiempo distinto para cada persona. Esta experiencia cumple la función de ayudar a la adaptación ante la pérdida del hijo y a mantener el vínculo afectivo con la persona fallecida para que resulte compatible con la realidad cotidiana de los padres. El duelo también deja espacio para momentos de recuperar la alegría, la sonrisa o el disfrute ante las nuevas experiencias de la vida y hay que permitírselos sin culpabilidad.

Solicitar ayuda para transitar por el duelo si se necesitaEn la muerte, como en la vida, se hace camino al andar y si en ese recorrido de la experiencia de la muerte de un hijo, los padres sienten que necesitan apoyo profesional, ¿Por qué no solicitarlo? Te sugiero buscar un Psicoterapeuta especialista en duelo.

La comunicación entre los padres para poder expresar lo que sienten ante la muerte de su hijo. Darse permiso, sin culpabilizarse, para vivir los sentimientos y emociones que aparecen de manera habitual en estos casos como la ‘tristeza’, el ‘pánico’, la ‘impotencia’, el ‘enfado’, la ‘rabia’ o incluso la ‘sensación de alivio’ por la muerte de su hijo al interpretar que de esa manera no sufre más tras una larga enfermedad.

Evitar las mentiras con el niño o adolescente que va a morir. Si el niño solicita información sobre su situación que le va a ocurrir o hace preguntas como ¿Voy a morir?, se puede adaptar el mensaje para que sea acorde a su edad o preguntarle ¿Qué te preocupa? para motivarle a explorar y expresar sus propias emociones al respecto. Todo se puede abordar desde la honestidad, el amor y la compasión. No obstante, hay que tener en cuenta que los niños viven su propia muerte de una manera más sencilla y natural que los adultos, porque tienen menos prejuicios y experiencia sobre el tema.

La vulnerabilidad o el coraje son dos opciones para despedir al hijo que va a morir. Cuando los Padres están en la traumática y complicada situación de despedirse de su hijo que va a fallecer, la autenticidad puede ser la forma más respetuosa de decir adiós. Aceptar todo lo que salga del corazón, como las lágrimas y la tristeza, puede ser una opción así como también el hecho de hacer un último esfuerzo de coraje al mostrar solidez para acompañar al hijo en sus últimos pasos de vida.

Ritualizar la despedida del fallecimiento del hijo. Con un acto íntimo familiar que ayude a integrar la pérdida y que sea diferente al entierro o la cremación. Puede tratarse de la lectura de poesía, cartas o la escucha de determinadas canciones significativas. Un acto que conecte a la familia con el hijo que murió y que se puede repetir tantas veces como sea necesario.

Recoger y recordar el legado del hijo fallecido. Con una acción en su honor que se mantenga en el tiempo. Preguntarse ¿Qué hubiese hecho mi hijo en esta vida de no haber fallecido? El abanico de posibilidades puede ser muy amplio, desde ser voluntario para ayudar en determinadas causas sociales a colaborar con una asociación sin ánimo de lucro. Continuar ese legado, conectado con el alma del hijo fallecido por parte de los padres, puede ayudar a integrar el duelo por la pérdida.

Alrededor de la muerte de un hijo (situación de pareja)...

La pareja puede experimentar diferentes sensaciones y vivencias cuando su hijo fallece, algunas de ellas pueden ser los conflictos familiares fruto de los diferentes puntos de vista sobre cómo abordar el duelo (hay quien quiere hablar sobre ello y quien prefiere no mencionarlo). Las sensaciones físicas pasajeras asociadas a la fase del duelo también pueden manifestarse, desde: Alteraciones del sueño, fatiga, falta de energía, hipersensibilidad al ruido o sensación de opresión en la garganta y en el pecho. Asimismo, las emociones que pueden aflorar de manera temporal cuando muere un hijo son variadas y personales. Algunas de ellas pueden ser: tristeza, culpa, enfado, rabia, bloqueo, ansiedad o insensibilidad.

Muchas situaciones cambian después de la muerte de un hijo. Te sugiero que identifiquen lo que será prioritario a partir de ahora así como lo que será secundario. Usa este tiempo para crecer, para conocerse más íntimamente como pareja, fundamentalmente para apoyarse incondicionalmente. Practica la paciencia con tu pareja, cuiden a los hijos que quedaron, pero sin abrumarlos ni sobreprotegerlos, permítanse separar el dolor de perder a uno de tus hijos con la alegría que los otros te brindan.

La muerte de un hijo como experiencia transformadora y espiritual
En la mayoría de los casos ocurre un distanciamiento del ‘Ser Supremo’, ‘Dios’, ‘Luz’, ‘Energía del Universo’ o como le nombres a lo que te guía ‘Espiritualmente’. Darte una nueva oportunidad de retomar esa relación traerá consigo la compañía que te sostiene del ‘dolor’ y ‘caídas recurrentes’.

-Con el dolor a tu lado, con una mente mas clara y en calma, entender la impermanencia de la vida, como todo cambia, todo se transforma, la fragilidad de la vida humana y cuan valioso es ahora cada instante compartido al lado de tus seres queridos-, lo que antes nos parecía importante, ahora nos va a parecer una tontería, y cosas que antes nos parecían secundarias, van a pasar a ser cruciales a partir de ahora. Piensa en este tiempo de reflexión y de proceso del duelo como un tiempo de crecimiento qué querría su hijo que ustedes hicieran.

Lo que nos pasa en la vida no esta en nuestro control, no elegimos ni estamos preparados la mayoría de las veces para ello, lo que si podemos elegir es quienes vamos a ser frente a esas experiencias y como las vivimos.

Vivir día a día el dolor, no acelerar el proceso, mantenerte en el aquí y el ahora. No tengas miedo de llorar, el llanto es sanación, date el permiso. Sufran, lloren, griten, pataleen. Están en todo su derecho. Es sano que lo hagan, y que lo hagan todo el tiempo que ustedes crean necesario y oportuno. Estar conscientes que habrá caídas que después de ello viene momentos de claridad para tomar decisiones. No juzguen a su pareja por como vive su duelo. No se juzguen a sí mismos por como lo pasan. No se dejen juzgar por nadie por lo que están pasando. Esto es algo tan personal, que cualquier juicio debe suspenderse.

Aceptar que eres vulnerable, comprender que otros también experimentan dolor como el tuyo.

Darte el permiso de sentir tu pérdida de la manera más conveniente para ti, si es necesario que te guardes sola con tu dolor, se generoso en otorgarte ese tiempo y espacio.

Pide ayuda, busca la compañía en tu dolor, rodéate de tu gente cercana, querida, para sentir cariño y apoyo. 

Recordar quien eres a pesar de tu dolor, reinvéntate constantemente, llénate de alegría de las cosas que te hacen sentido, busca una actividad que te coloque en un estado de ‘flow’ (fluir) o nivel óptimo de energía, transforma ese dolor en algo bello que te aporte alegría.








Referencia: SECPAL Sociedad Española de Cuidados Paliativos.  “No dije adiós a mi bebé”, autora pediatra Catherine Radet

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